lunes, 14 de septiembre de 2015

[feed] Del umbral que nos precede (sobre Cómo se Lee de Daniel Link)




Link, Daniel. Cómo se lee y otras intervenciones críticas. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2003.


 ¡Por fin tengo este libro (gracias, TS)!

A medida que iba cursando la carrera, leía partes del Cómo se lee. Capítulos sueltos, fotocopiados por el CEFyL, digitalizados, en el campus, o en desconocidos blogs. Fragmentos que me dejaban siempre pensando que se trataba de un momento clave de la producción del profesor Link. Uno de esos momentos de orden en los que se recopila y reorganizan (tachemos esa palabra, mejor digamos "se ponen en serie") los resultados parciales antes de abrir un nuevo capítulo en la investigación. Creo que no me equivocaba. Creo que este libro debería llamarse (o al menos ser recordado con el nombre) Cómo [ya no] se lee, o incluso: Cómo ya no es posible leer. Empezando por una figura específica de lector: si en Fantasmas (Eterna Cadencia, 2009) nos encontraremos con el requiem detallado del modelo de intelectual de Sarlo y Punto de vista [1], ya en Cómo se lee podía tomarse nota del acta de defunción:

Si ya no hay más intelectuales es porque la mayoría de quienes podían aspirar a una posición en el campo fue asimilada como fuerza de trabajo (periodistas, editores, críticos, becarios, asesores, funcionarios, traductores, conferencistas, lo que se prefiera), y porque el mercado hizo de todas las diferencias cualitativas una mera contingencia cuantitativa.
Pienso, en este punto, sobre todo en el caso argentino, donde los grupos multinacionales de entertainment han comprado prácticamente todas las editoriales, donde todos los órganos de prensa son empresas periodísticas, donde los "autores" cambian de editorial (y los "artistas" de galería) de acuerdo con los anticipos que les ofrecen, donde toda idea de colección se ha perdido, donde ganar un premio o publicar en España se ha convertido en el sueño secreto de todos, donde "los mejores artistas plásticos" son los que más cotizan en el mercado, donde la mejor película es la que puede competir por el Oscar y donde la crisis nos obliga a ejercicios de obediencia laboral que Rodolfo Walsh (por citar sólo un ejemplo) habría mirado con desprecio (sus agonías laborales durante los años sesenta y setenta pueden leerse en Ese hombre y otros papeles personales).
Las "cartas abiertas" de la modernidad, desde el "J'Acusse" (1898) de Zola hasta la "Carta abierta de un escritor a la Junta Militar" (1977) de Rodolfo Walsh, definen el arco histórico de aparición consolidación  y desaparición del campo intelectual como estructura relativamente autónoma y de los intelectuales como agentes (autónomos) de intervención en las cosas de este mundo. (pp. 78-79)



No seamos pequeñitos: se trata del intelectual de Zolá, Sartre y Bourdieu. Un protocolo específico de comportamientos que, entre otras cosas, implica necesariamente un campo de autonomía relativa. Difícilmente se puede hablar del fin del "intelectual" gramsciano (concepto tan amplio como estéril, puesto que casi no designa diferencialmente nada, ni tiene utilidad alguna posible ni, bueno, ni entiendo para qué llamarlo "concepto"). Consideremos, para ir a la herida más doliente, a Viñas presentándose a la Guggenheim para luego rechazarla. En la ambigüedad, en lo contradictorio, en lo paródico de ese hecho, en la distancia entre ese gesto y su original (el rechazo al Nóbel de Sartre), en la imposibilidad de concebirlo con la sencillez inescrutable, invencible que le supo dar el escribiente de Melville, en todo eso se pueden y se deben leer las señales de una incapacidad histórica.

Este ensayo, que cierra la primera parte, tiene su reverso, que clausura el libro. En "Apéndice: Literatura y mercado" (que termina con una cita de Marx) leemos las reflexiones del profesor Link respecto de las posiciones de Piglia y Saer en el mercado editorial a fines de los años noventa:

¿No son acaso los fantasmas de la literatura lo que podemos leer en estos textos crepusculares? Si la literatura parece hoy "cosa del pasado" no es por su incapacidad para dar cuenta del presente (después de todo, el presente no es sino un estado de la imaginación) sino por su debilidad para enfrentar la lógica (reificiante) del mercado que, por otro lado, es su condición: Aira se lleva esa lógica por delante, Piglia (o Saer, o Fogwill) tropiezan con ella (y esos traspiés vuelven interesante la lectura y el análisis de sus textos). Tomás Eloy Martínez sencillamente cae en sus brazos. (p. 332)

Cómo se lee secciona y estudia el final de una literatura [2] poniéndola en paralelo con una propuesta de inicio: la aplicación deformada en/para las sociedades de masas (Rubén Darío) del modelo autonómico del arte concebido por la burguesía (la famosa carta de Flaubert a Louise Colet #76 Viernes por la noche [16 de enero de 1852] [3]). El arco entre dos brillantes ingenuidades (Flaubert y Darío) traza un umbral de apertura, el arco entre dos desposicionamientos desencantados (Sarlo y Piglia), un umbral de cierre. Lo que vendrá -dice el profesor- será diferente. Y (por lo tanto) la forma de leer también será diferente: el nuevo modelo que ha ensayado Link desde entonces con su trilogía monumental, insaciable, con títulos que parecen homenajes a Nicolás Rosa, y su voracidad rizomática: Clases. Literatura y disidencia (Grupo Editorial Norma, 2005), Fantasmas. imaginación y sociedad (Eterna Cadencia, 2009 [4]) y Suturas (imágenes, estructura, vida) (Eterna Cadencia, 2015). Desde entonces, y hasta el día de hoy, el profesor Link ha investigado, de una u otra manera, las relaciones entre Literatura y Vida (que es también preguntarse por la vida de la literatura).

Cómo se lee tiene cuatro partes, en cuyas primeras dos encontramos versiones de algunos de los textos más célebres del profesor Link, como sus prólogos a las colecciones de cuadernillos de géneros: El juego de los cautos (La Marca, 2003) y Escalera al cielo. Utopía y ciencia ficción (La Marca, 1994). Si a estos dos le sumamos los "apuntes sobre el melodrama", habrá que considerar que este libro compila tres de los textos que más útiles me han resultado como docente para acercar la cuestión del género a los alumnos de secundario (y como imitador, para escribir ensayos sobre paranoia y sociedad).

Finalmente, el ensayo de cabecera, "Cómo se lee" debería ser recomendado y leído por los ingresantes a la carrera de Letras. Un recordatorio sintético y comprensible de 1) la descripción y la interpretación como los límites de la lectura (19), 2) la novedosa articulación entre arte y vida de las vanguardias, ya no representativa, sino como informe, protocolo, o registro de una experiencia (23-24), 3) la idea más básica de paranoia que puede ser recuperada desde la teoría literaria para hacer sentido (make sense) y para hacer serie (26-27), 4) la oposición entre serie y colección (que, por cierto, es más breve que leer "¿en qué se reconoce al estructuralismo?" y, creo, llega a las mismas conclusiones), y 6) una vez más: a qué nos referimos con "sentido objetivo" y con "hacer serie" (28-29).

En resumen, posiblemente no es el libro que recomendaría al incauto. No es la versión más legible de Link (en el sentido de texto que presupone menos cantidad de textos especializados en teoría literaria por parte del lector): esta sigue siendo Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes (Entropía, 2006), posiblemente el más amistoso de los libros que haya escrito. Pero sí es un texto fundamental para poder comprender el corpus textual (mantengamos la educación: ¡cuerpo sin órganos!), las articulaciones de partida del campo de intervenciones de los últimos 10 años, una puerta de entrada para Clases, o Fantasmas, que puede salvar al viajero que se internase en esas lecturas sin haber tenido la suerte de asistir a las clases del profesor que fueron causa y consecuencia de tales libros.



[1] 
De cultura, ni hablarLa primera y la última parte de la charla tuvo como eje la política argentina. La dictadura (que pese a haber sido el contexto de apenas una quinta parte de la vida de Punto de Vista, le da un nítido perfil hasta hoy), la democracia y los debates que desencadenó y, sobre todo, la relación de tenso optimismo que mantiene Punto de Vista con la actual gestión presidencial. Pero un poco por lo que venía diciendo Sarlo, y también por otras consideraciones de Vezzetti a propósito de la revalorización de la autonomía de la cultura, nos pareció oportuno preguntar qué idea de la cultura tiene Punto de Vista, qué es lo que Punto de Vista piensa que es hoy la cultura...
(Silencio) ¡Vaya! (Risas) Sarlo: Vos creías que nos íbamos a atropellar...Altamirano: Yo creo que, digamos... No me vengan a decir “yo lo sé pero no lo sé explicar”. Vezzetti: “Yo sabía pero me olvidé”. (Risas seguidas por un silencio) 

(Radarlibros, 21 de diciembre de 2003)

En el 2004, Altamirano, Sábato y Gramuglio renunciaron a la revista, anticipando su próximo fin. Escribió Altamirano entonces:

La verdad es que cuando el año pasado Daniel Link nos juntó a todos en una entrevista para hablar de la revista, sentí que era una especie dinosaurio del Consejo de Dirección -podía hablar del pasado de Punto de vista, pero no de su presente-.
[2] Por supuesto, se trata del ocaso de un modelo de literatura, así como el legado de Pitágoras profetizaba el fin del mundo, pero había que entender el fin de un mundo (el pre-euclidiano) del mundo, en la bonita Alexander Senki que Peter Chung diseñó en 1999 sobre la base de una novela de Hiroshi Aramata

[3]
“…Lo que me parece hermoso, lo que querría hacer, es un libro sobre nada, un libro sin ataduras exteriores, que se aguantase a sí mismo con la fuerza interna de su estilo, como la tierra, sin que la sostengan, se sostiene en el aire;  un  libro  que  casi  no  tendría  argumento,  o  al  menos  donde  el argumento fuera casi invisible, si puede ser. Las obras más hermosas son aquellas en que hay menos materia; cuanto más se acerca la expresión al pensamiento,  cuanto  más  se  pega  a  éste  la  palabra  y  desaparece,  más hermoso resulta. Creo que el porvenir del Arte está en estas vías. Lo veo a medida que crece, eterizándose cuanto puede, desde los pilares egipcios hasta las ojivas góticas, y desde los poemas de veinte mil versos de los hindúes  hasta  los  estallidos  de  Byron.  La  forma,  al  hacerse  hábil,  se atenúa; abandona toda liturgia, toda regla, toda medida; deja la épica por la novela, el verso por la prosa; no reconoce ya ortodoxias y es libre, como cada voluntad que la produce. Esta liberación de lo material reaparece en todo,  y  los  gobiernos  la  han  seguido,  desde  los  despotismos  orientales hasta los socialismos futuros.  Por eso, no hay temas hermosos ni feos, y casi podría establecerse como axioma,  colocándose  en  el  punto  de  vista  del  Arte  puro,  que  no  hay ninguno,  y  que  el  estilo  es  por  sí  solo  una  manera  absoluta  de  ver  las cosas.”

[4] Mati Raia en su magnífico blog ha reseñado Fantasmas, en tres partes: uno, dos y tres.

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