martes, 17 de noviembre de 2015

[feed] Arsenal a destiempo (sobre S/Z, de Roland Barthes)






Barthes, Roland, S/Z (1970)

Aproveché las ediciones de La Nación (pensamiento contemporáneo) y me compré a 100 mangos una figurita que me venía faltando. Junto con El grado cero..., y los Fragmentos de un discurso amoroso..., es de lo más recomendado por tantos amigos barthesianos. Así que ahí fui, a ver si me amigaba un poco con un teórico que nunca logré que haga eco en mí, que me rebote, que me genere escritura (se vienen unas jornadas al respecto, y ese fue mi aliciente principal).


1. Barthes tomó una novelita corta (o cuento largo) de Balzac: Sarrasine (1830) lo desmenuzó y lo fue leyendo oración por oración (en realidad la unidad que usa es la "lexia") a lo largo de un seminario dictado entre el '68 y el '69. S/Z es "la huella" -dice Barthes- de ese proceso.

2. En primer lugar, S/Z es un ejercicio de audacia y responsabilidad. guiado por la idea de que es posible leer minuciosamente un texto, acotando, glosando, interpretando, relacionando cada micro-corte. Efectivamente, el crítico toma el texto de Balzac y lo divide en 561 partes, que irá leyendo una por una, intercalándolas con 93 acotaciones/micro-ensayos de extensión variable (desde un par de oraciones, hasta un par de páginas). Audacia, o ambición, porque el libro propone algo así como un modelo de crítica completa (cifrado en lo exhaustivo). Responsabilidad, porque leer S/Z es asistir a la danza de un lector y una escritura, que no se cansa nunca, que no se retira, que no se niega a leer ni el más mínimo de los fragmentos. En ese sentido, S/Z es un texto ejemplar, instigador (te compele, te seduce, te convence de que sería bello intentar algo así): a medida que uno se sumerge, se empapa de esa práctica obsesiva y minuciosa, y es casi inevitable luego que algo de eso se te quede pegado a los dedos, a los ojos, y al lápiz con el que anoté hoy en el margen de una página de la última novela de Maxmans "planteamiento del tema".

3.a. En segundo lugar, es un ejercicio moderno y estructuralista. El eje articulador de la lectura es, en su totalidad, el signo (saussureano). Lo que, en 1968, significa y sólo puede significar: Jaques Lacan. Repasemos 1970: Foucault ya ha publicado la Historia de la locura, el Nacimiento de la clínica, Las palabras y las cosas y está por leer en el Colegio de Francia lo que conocemos hoy como El orden del discurso. Derrida ya había publicado de la gramatología y La escritura y la diferencia. También habían visto la luz Diferencia y repetición, Spinoza y el problema de la expresión y Lógica del sentido, de Deleuze, que ya trabajaba con Guattari y daba clases en la universidad de Paris VIII con los conceptos que darían forma al Anti Edipo y Mil mesetas. En resumen, el estructuralismo ya se ha visto desbordado, los grandes operadores del desmontaje de todo lo trascendental están, si no en su momento más brillante, sí en sus prolegómenos.

3.b. Sin embargo, Barthes (título opcional). 

Sin embargo, Barthes se siente más cómodo eligiendo ser contemporáneo de Lacan, cuyos seminarios y escritos han cambiado el psicoanálisis para siempre, justamente, al volverlo (a destiempo, pero justo a tiempo) estructuralista. S/Z comienza con planteos que remiten en seguida al combo postestructuralista. Por ejemplo, la noción de pluralidad de todo texto (la infinita red de entradas y salidas), o la connotación y la denotación como herramientas hermenéuticas primarias (en lugar de hablar de sentido y significado). Además, Barthes despliega un arsenal de herramientas y conceptos que toma de su amplio y heterogéneo diccionario: socio-lingüístico (lexias, semas...), retórico (exemplum, inventio...), marxista (ideología burguesa), etc. Cada concepto lo re-define con cierta libertad y lo aprovecha con inteligencia y prolijidad.

Pero a poco de comenzado el libro, uno cae en la cuenta que no es otra cosa que una forma elegante, lírica, habilidosa, de volver al estructuralismo más estricto. Pues, ¿qué lee, finalmente, Barthes, en Balzac? No otra cosa que la supremacía del significante, la preeminencia del orden simbólico, garantizado por la castración. El contagio de la ausencia que puebla el centro de toda mismidad. No otra cosa. En realidad, lo más interesante del experimento pasa por la infernal maquinaria montada al rededor de ese descubrimiento tan banal. Las conclusiones, quiero decir, son banales (significante, castración, vacío-en-su-lugar) pero las máquinas combinadas y puestas a funcionar son, cada una, entretenida, interesante, útil. Ejemplos: la máquina "códigos de referencia proairéticos", la máquina "inversión ideológica (paradójica y burguesa) de lo literario como fundante de lo real" o la máquina "autor como figura no filiativa, sino bio-gráfica y relacionable entretejiéndola" (un viejo amigo de Barthes, el autor textual, el no-autor). 

En fin: lo mejor y lo peor de S/Z pasa por lo expuesto en este apartado.

4. En tercer lugar, es un ejercicio de astucia. Barthes es pícaro en, por lo menos, dos sentidos. primero: divide entre literatura clásica y moderna (que tal vez nosotros llamaríamos contemporánea). La primera tendría, entre sus características, la pretensión de plenitud. En la literatura clásica no habría fragmentos sobrantes, no codificados, no significantes: no hay resto semántico, todo puede y debe ser leído e interpretado. La densidad semántica es paralela, constante, continua y exhaustiva respecto de la textualidad. Así, la lectura exhaustiva de Barthes coincide con la pretensión de escritura exhaustiva de Balzac. El ejercicio se justifica por el objeto, y el objeto existe en la medida en que haya ejercicio. Juego de conceptos en espejo, acrobacia o silogismo virtuoso.

Segunda astucia, que podemos llamar picardía freudiana. Una vez que Freud se decidó a encontrar a Edipo en cada microfibra del tejido cultural humano, lo demostró leyendo a Hamlet, a sí mismo... y al Edipo de Sófocles. Esto es: la astucia de ir a encontrar el Edipo en [i]Edipo[/i]. Lacán, más beligerante, prefiere a Poe, y el que lo pueda entender que lo entienda. Barthes elige el camino freudiano. quiere leer la castración en todos lados, elige entonces un texto para hacer una crítica exhaustiva, y justamente elige una novelita acerca de... un castrado. La operación funciona, naturalmente, y la lectura que propone Barthes se aplica maravillosamente bien al corpus elegido (y a no confundirse: Barthes propone postulados universales, con enunciados universales: desde los códigos de referencia, sacados de los supuestos diccionarios de la vida, hasta planteos como "la castración es contagiosa". Barthes nunca dice "la castración es contagiosa en Balzac" o "la castración es contagiosa en la literatura clásica"). Esta elección astuta constituye la mitad de la fuerza y la coherencia que tiene S/Z

5. Así que, aunque muchos pasajes del libro son estimulantes, sigo sin poder acercarme a la consideración de tantos amigos. Para mí S/Z no puede ser considerado una obra fundamental de la crítica literaria ni mucho menos. No lo incluiría entre los cruciales del siglo: ni entre los vigentes como El orden del discurso ni entre los jubilados como Mímesis). No puedo evitar leerlo como un libro que llega demasiado tarde. No se puede cargar esto sobre las espaldas de Barthes, pero su principal problema fueron sus contemporáneos históricos. Mientras se gestaba S/Z, ya estaban dando vueltas Las palabras y las cosas y La escritura y la diferencia. En consecuencia, se puede no aceptar todas las premisas y las hipótesis de Foucault, o discutirlas, o enfrentarlas parcialmente, pero no se puede escribir como si no existieran, porque sino el libro nace envejecido. No viejo: envejecido.

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